Se define como hipocondriaco o 'enfermo imaginario' a esa persona que padece un miedo exagerado a padecer alguna enfermedad grave. Se estima que entre un 6 y un 10% de la población mundial padece este trastorno psicológico que se caracteriza porque quienes lo sufren creen que su salud está en peligro a raíz de una mala interpretación de algunas sensaciones corporales.
La persona hipocondriaca vive obsesionada con el funcionamiento de su cuerpo y cualquier pequeño síntoma - un lunar, un pequeño bulto, unas palpitaciones, un dolor de cabeza o de espalda, una pequeña herida, tos... - son suficientes para hacerle pensar que todo lo que le ocurre es atípico y el origen de algo mucho peor. Por si esto fuera poco, la visita al médico no suele calmar sus preocupaciones sino todo lo contrario. La obsesión persiste a pesar de que acuda a la consulta de diversos especialistas o de que las pruebas y análisis avalen que están sanos.
Todo ello produce una tensión emocional, una angustia y una ansiedad de tal calibre que genera mucho sufrimiento, puede limitar muchísimo la vida de quien la padece y derivar en consecuencias muy graves como el aislamiento social, el bajo rendimiento laboral o dejar de realizar numerosas actividades o aficiones por miedo a que se agraven los síntomas de la 'enfermedad imaginaria' o bien a contraerla.
Síntomas de la hipocondría
- Una ansiedad desmedida provocada por la necesidad constante de analizar su cuerpo y lo que él considera son síntomas de una enfermedad. Lo episodios de ansiedad son una de las claves para detectar la hipocondría.
- Temor y estado de ánimo pesimista ante cualquier tipo de molestia que se pueda padecer en algún momento.
- Una necesidad imperiosa de hablar de forma constante de los síntomas que supuestamente se están padeciendo y de anticipar que son la prueba de la terrible enfermedad que se padece.
- Excesivo control del cuerpo que origina, además, que se amplifiquen las sensaciones corporales.
- Búsqueda enfermiza de información sobre diversas patologías que, en la era digital, por desgracia, puede convertirse en una gran obsesión.
- Es frecuente que el origen de este trastorno se encuentre en la infancia y en el propio entorno familiar del hipocondriaco a causa de conductas asimiladas durante los primeros años de vida que pueden dejar secuelas.
- Asistencia con frecuencia a consultas médicas o servicios de urgencia ante cualquier pequeño síntoma que le hace creer que requiere asistencia médica urgente.
- Aislamiento del entorno familiar, social y laboral.
¿Es posible mantener a raya la hipocondría?
Los investigadores Mathews, Gelder y Johnston proponen estas diez claves a las personas hipocondriacas para superar este trastorno o, al menos, para aprender a dominarlo.
- Recordar que las sensaciones corporales que se experimentan cuando se agobian son las reacciones normales del estrés en su forma más exagerada. No dejarse llevar por pensamientos catastrofistas.
- Entender que estas sensaciones no son en absoluto perjudiciales ni peligrosas. Son únicamente muy desagradables. Se pueden aguantar perfectamente porque el cuerpo está preparado para experimentar estrés en millones de ocasiones.
- Corta de raíz los pensamientos reincidentes sobre lo que está sucediendo. Si se les da importancia, aumentará el pánico. Son solo emociones, y, como tales, se pasarán.
- Observar nuestro cuerpo justamente ahora, en este momento, y no imaginar lo que se teme puede suceder. Centrar la atención en: "aquí y ahora mismo no me pasa nada".
- Darle tiempo al miedo para que se vaya. No luchar contra él, ni forzarse a que desaparezca rápidamente. "Simplemente respira, espera y deja que se retire poco a poco".
- Comprobar que cuando se deja de añadir pensamientos atemorizantes, el miedo se atenúa, se aburre y se va por sí solo.
- Recordar que el objetivo es aprender a afrontar el miedo sin evitarlo, por lo tanto, cada ataque es una oportunidad para progresar.
- Pensar siempre en todo lo que se ha avanzado a pesar de todas las dificultades, y anticipar la sensación de haberlo superado una vez más.
- Cuando uno empiece a sentirse algo mejor, planear qué va a hacer después: llamar a alguien para contárselo, comer un helado, dar un paseo...
- Cuando se retome lo que se estaba haciendo antes del episodio, hacerlo de forma relajada, siendo conscientes del obstáculo que se acaba de saltar. Y felicitarse por ello. Después, con calma, analizar qué es lo que más ha ayudado a superarlo, para echar mano de ello en la próxima ocasión.